domingo, 18 de septiembre de 2011

La Ciudad de la Furia

Homogéneos entre sábanas blancas, un rayo de sol menguado por la gris mañana, y luego verás mis piernas desnudas desfilar hasta ti mientras tu camisa desdibuja las curvas de mis caderas, para tomar el desayuno en la cama y abandonarme el resto del día entre tus brazos que me protegen del frío. Abstractos entre nubes de colores y ese olor a lavanda que despiden mis manos, nos lanzamos a jugar e intentar tocar el cielo.

Tus manos que corren libres por mi cintura y las mías que cuentan los lunares de tu espalda, hablando de luces, hablando de nada, y entonces no hay realidad más palpable que nuestra existencia, entonces es cuando vivir toma sentido, es cuando conocemos el infinito.

Tic, tic, tic, suenan las gotas de lluvia sobre la ventana, y mi cabello castaño conquista la almohada a la vez que se enreda en tus dedos, deteniéndonos el tiempo en este sueño invernal donde no soy más que aire libre invadiendo el espacio, y así me respires para siempre, aventurándonos en el dulce placer de mirarnos a los ojos, ocultos, clandestinos ante millones, en esta, nuestra ciudad de la furia.


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